El
ministro de Defensa, Reymi Ferreira, acaba de dar por perdidas las 30
barcazas y dos remolcadores que el país compró con 30 millones de
dólares en una larga historia de fraudes y derroches. No se tiene un
registro de la cantidad de delegaciones de oficiales de la Fuerza Naval
de todos los rangos que viajaron primero a Corea del Sur y luego a China
para verificar el avance de las barcazas y, todos ellos, sin faltar,
sugerir nuevos cambios. Tampoco se conoce cuánto le costó al erario
nacional, en pasajes y viáticos, el periplo de aquellas delegaciones.
Fue cuando la primera empresa levantó las manos y el destino de las barcazas entró en aguas nebulosas, hasta que se perdieron de vista, ocasionándole cuantiosos daños económicos. El informe dice que hay algún implicado con detención domiciliaria, pero que la investigación para dar con los principales responsables no ha comenzado siquiera, lo que es reflejado por la actitud del ministro Ferreira de dar por perdidas esas barcazas que al Estado boliviano le costaron una suma muy elevada.
El enredo de influencias y de leyes se parece al caso de los recursos del Fondo Indígena, que también entró en aguas nebulosas cuando sus conexiones llegaron hasta cimas peligrosas en la estructura del poder político. En este caso, el del Fondo Indígena, se dan cifras aisladas, de manejos personales de algunas funcionarias del Gobierno del MAS, pero pocos recuerdan que desde que comenzó esta gestión gubernamental hasta ahora el monto asciende a 615 millones de dólares.
El último detalle de esta saga de la vergüenza y la corrupción surgió de la casa de una exministra en Tarija que, sin criterio de dignidad o de honor, decidió invertir dinero para un taller a cargo del Fondo Indígena en su propia casa, con un pago muy jugoso de alquileres.
Del mismo caso se sabe que los funcionarios recibían los recursos en sus cuentas personales y las bartolinas denunciaron que a ellas se les hacía retirar el dinero del fondo, cargarlo en sus aguayos y a la media cuadra lo entregaban a los dirigentes políticos de su partido.
El ex presidente uruguayo José Mujica, de mucho prestigio en el mundo, acaba de decir que “la corrupción mata a la izquierda”. Una advertencia que debería ser tomada en cuenta por todos quienes administran y disponen de recursos públicos
Fue cuando la primera empresa levantó las manos y el destino de las barcazas entró en aguas nebulosas, hasta que se perdieron de vista, ocasionándole cuantiosos daños económicos. El informe dice que hay algún implicado con detención domiciliaria, pero que la investigación para dar con los principales responsables no ha comenzado siquiera, lo que es reflejado por la actitud del ministro Ferreira de dar por perdidas esas barcazas que al Estado boliviano le costaron una suma muy elevada.
El enredo de influencias y de leyes se parece al caso de los recursos del Fondo Indígena, que también entró en aguas nebulosas cuando sus conexiones llegaron hasta cimas peligrosas en la estructura del poder político. En este caso, el del Fondo Indígena, se dan cifras aisladas, de manejos personales de algunas funcionarias del Gobierno del MAS, pero pocos recuerdan que desde que comenzó esta gestión gubernamental hasta ahora el monto asciende a 615 millones de dólares.
El último detalle de esta saga de la vergüenza y la corrupción surgió de la casa de una exministra en Tarija que, sin criterio de dignidad o de honor, decidió invertir dinero para un taller a cargo del Fondo Indígena en su propia casa, con un pago muy jugoso de alquileres.
Del mismo caso se sabe que los funcionarios recibían los recursos en sus cuentas personales y las bartolinas denunciaron que a ellas se les hacía retirar el dinero del fondo, cargarlo en sus aguayos y a la media cuadra lo entregaban a los dirigentes políticos de su partido.
El ex presidente uruguayo José Mujica, de mucho prestigio en el mundo, acaba de decir que “la corrupción mata a la izquierda”. Una advertencia que debería ser tomada en cuenta por todos quienes administran y disponen de recursos públicos